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19 junio 2007

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Después de una semana poblada de sueños de Primera Huracán cayó derrotado por tres a uno en San Juan, y dejó escapar una chance única de ascenso. El partido fue decididamente irregular, con un árbitro claramente localista que empujó al equipo de Mohamed contra su arco en medio de una contienda signada por la paridad en el juego. Paridad quebrada, justamente, por los fallos arbitrales.

Fuente
Semanario Quemero


A un par de días de la promoción (segunda chance de ascenso) toda la desilusión nos invade, como así también algunas suspensiones. En medio de la frustración no queda otra que levantarse y seguir luchando.

Se hace difícil entender porqué le tocó a Huracán perder esta final, y más aún explicarlo, a sabiendas de que a quien nos toca analizar la derrota somos tan fanáticos y la padecimos tanto que todas nuestras expresiones pueden verse condicionadas por el resultado final. Sin embargo, no ha sido parte de los principios de SQ ocultarse en estos casos, sino más vale todo lo contrario.

En principio habrá que decir que el partido se comenzó a perder en “los escritorios” de AFA, y con las designaciones arbitrales, donde Huracán volvió a demostrar un peso nulo en materia dirigencial, sobre todo frente a equipos del interior del país. Esto quedó claramente evidenciado en las figuras de Beligoy y, fundamentalmente, en la de Giménez.

Comparativamente hablando, la primera final fue dirigida por un árbitro impermeable al contexto, que no se dejó influenciar por casi 30.000 personas, y que en ningún momento si quiera apuró verbalmente a San Martín de San Juan para que apurase el juego en el Tomás Adolfo Ducó: la visita encontró, en ese momento, un árbitro a pedir de su planteo amarrete.

La segunda final, corrió una suerte diferente. La AFA designó un árbitro con varios meses fuera de las canchas y con el incidente del partido Gimnasia y Esgrima de La Plata - Boca a cuestas. De este modo en un escenario de presión totalmente sanjuanina (nuevamente tenemos que hablar de falta de peso para arrastrar a este equipo a otro estadio), las acciones fueron, esta vez, arbitradas por un hombre muy permeable al contexto y presto siempre a sanciones grandilocuentes, cuestión evidenciada ya en el Primer Tiempo.

De hecho a los 7 minutos Solana ya tenía una amarilla, mientras que a los 14 Leo Díaz era amonestado por “hacer tiempo”. Pregunta: ¿Cuántos saques de arco demorados tuvo como para ver una tarjeta si iban menos de 15 minutos de juego?

Así funciona el “inclinar la cancha” a favor del local, no con los fallos centrales (que en este caso también nos perjudicaron) sino también con el desarrollo de cada jugada. Todo fallo dividido fue a favor de los locales y todas las acciones posibles de requerir amonestación medidas con dos varas diferentes. Segunda pregunta: ¿Qué hubiera pasado si Beligoy hubiera amonestado y condicionado de movida a los sanjuaninos en Parque Patricios?

De nada de esto hablaron los “grandes medios”, obsesionados solo en el análisis de un par de jugadas puntuales y sin dar cuenta de la actitud general del árbitro.

En cuanto al juego de Huracán debemos decir que el equipo durante el PT no fue nada especulativo, mostrando una gran concentración en la marca y buenas actuaciones en la ofensiva, con Milano y Poggi como estandartes.

Los locales, por otro lado, intentaron el camino de los pelotazos: buscando faltas cercanas al área grande y tratando de lastimar con la pelota parada, porque, lo sabían, en el “golpe por golpe”, en el juego, Huracán era superior.

Después de 30 minutos muy equilibrados, San Martín decidió quemar las primeras naves, y Huracán acusó el impacto en el medio. Sobre todo por la banda Solana que corrió siempre de atrás a su marca (¿no había quedado claro ya en el primer partido que por derecha éramos presa fácil?) al igual que C. Díaz.

Caso contrario el de Barrientos que hizo las cosas muy bien: marcando y mostrando una voluntad impresionante (tal y como Milano). Cosas del destino, el mismo medio campista metió una mano inocente en el límite del área grande y regaló un penal a los locales. De este modo San Martín se ponía en ventaja luego de un claro desacierto de Huracán, y sin haber hecho los méritos suficientes. El equipo visitante sufrió demasiado el gol en contra: empezó a meterse atrás sin reparos y le cedió la pelota a los locales, que trataron de ampliar su ventaja de cara al final del PT.

En ese momento Giménez comenzó a preanunciar sus actitudes más claramente localistas, acompañando el empuje de San Martín con la sanción a su favor de todo fallo dudoso.

Para con Huracán el trato era tan perjudicial que el árbitro ni si quiera detuvo las acciones ante los reclamos de Leo Díaz, que trató de hacer eco del pedido de algunos hinchas luego de que se sucedieran incidentes en una tribuna visitante demasiado colmada. Nada hizo el árbitro, más que continuar el juego. Así fueron las cosas en San Juan: Huracán no tuvo voz y fue demasiado visitante, sufriendo un trato que no padecieron los dirigidos por Quiroz en el Tomás A. Ducó.

Paradójicamente, porque así es el fútbol, toda esa presión tuvo como resultado un inesperado gol de Huracán, justo al final del Primer Tiempo. Cuando, tras un tiro libro cruzado de Úbeda, el goleador “quemero” Larrivey picó a espaldas de su marcador y señaló un gol importantísimo, para que el equipo se fuera al descanso con ventaja en el “global”.

Con Solana amonestado y constantemente superado por su andarivel, el cambio por Sánchez Prette parecía cantado. Sin embargo Mohamed sorprendió a todos con un “puesto por puesto”, metiendo al cordobés en cancha en lugar de un intrascendente Coyette, en la búsqueda de mayor dominio de la pelota. Los planes de Huracán se esfumaron demasiado rápido, cuando Solana se fue expulsado por doble amonestación tras realizar una mano estúpida e innecesaria en mitad de cancha. Acá tenemos un momento clave, el cimbronazo que determinó que Huracán se avocara decididamente a la especulación. Es cierto, el árbitro no amonestó del mismo modo algunas manos de los locales, pero lo de Solana fue infantil y nos costó un bajón anímico similar al del gol sufrido en la final contra Argentinos, en La Paternal, y con una jugada “inocente” (¿?) de Maríni en defensa.

Conciente de la oportunidad que se presentaba, Quiroz puso en cancha a Laciar y a García y trató de volcar el juego hacia al campo de Huracán, en tanto que Mohamed resignó posibilidades de ataque quitando a Poggi y poniendo en cancha a Vigna: recuperación por creación. Los resultados fueron de pobreza para el juego: el medio del campo pasó a ser de “puro tránsito”, los sanjuaninos buscaron con más entusiasmo que fútbol, y Huracán no pudo elaborar ninguna contra potable, a pesar de los esfuerzos y la actitud de jugadores como Barrientos y Milano.

Quien quebró esa paridad, y sacó al partido de esta “meseta”, fue el árbitro. Cuando el cronómetro pasó los 30 minutos de juego, Giménez decididamente estableció una suerte de “ley de la selva”, ignorando las faltas repetitivas sobre Milano (negando a la defensa de Huracán toda posibilidad de descanso mental), cargando de amarillas a los marcadores y cobrando TODOS los fallos divididos para los locales. Con el Estadio en silencio, no fue el público sanjuanino el que empujó a su equipo sino el propio Giménez. Es justo entender a nuestros jugadores frente a esto,siendo consientes del estrés que provoca la impotencia y la sensación de que la cancha estará inclinada hasta el final del partido.

La reacción de Huracán fue obvia: se refugió atrás y comenzó a soportar una lluvia indefinida de centros y pelotazos frontales al área. En sintonía con esto, Mohamed sacó a un golpeado Larrivey (que antes de retirarse se llevó una amonestación) y puso en cancha a Núñez, tratando de ganar altura. Lo frustrante es que no fue a través de esos pelotazos que San Martín encontró la llave del empate “global”, sino a través de un fallo claramente equivocado de Giménez, que juzgó falta de Vigna a un forcejeo entre este y Toneletto, a quien no le bastó más que tirarse para conseguir un tiro libre muy cercano al área grande. A los 45 minutos de juego, después de que Huracán había realizado un trabajo de resistencia enorme, todo se vendría abajo en una mezcla de errores compartidos: la sanción del árbitro, la barrera que salta ante el remate bajo de Brusco y Leo Díaz, que pasó por alto la opción de resguardar su vaya al no considerar la colocación de un hombre en el primer palo. Como resultado San Martín se ponía en ventaja hacia el final del PT y forzaba el alargue, tras un remate potente y esquinado.

Extrañamente, el árbitro no había decidido aún el tiempo de descuento y esperó hasta los 48 minutos (momento en el que Laciar se fue expulsado por una patada violenta de atrás) para señalar cuanto más se jugaría. Un tipo de manejo por demás influenciado por el contexto, y que se materializó en la sanción de ocho minutos de descuento: una resolución por demás excesiva y probablemente sin precedentes en un partido en el que el juego nunca estuvo detenido por, por ejemplo, encontrarse los hinchas de Huracán en el alambrado.A esta altura decir que Beligoy dio un minuto y medio de descuento después de que los sanjuaninos hicieran todo tipo de artimañas para perder el tiempo (incluso acusando “pelotas desinfladas”) causa una total indignación.

De cara a los últimos cinco minutos Huracán trató de alejarse de su área y lo había conseguido con bastante solvencia, pero el fútbol no premia intenciones, sino oportunismo. Ya se jugaban los últimos segundos de partido cuando Goltz falló un rechazo (por única vez en el partido), permitiendo que el balón ingrese al área, donde Úbeda no pudo retener a Toneletto, que señaló el tercer tanto sanjuanino cuando el partido ya se moría: Giménez ni siquiera dejó que Huracán sacara del medio, la fiesta sanjuanina ya estaba desatada.

Con errores propios (la intrascendencia de Coyette, el mal partido de C. Díaz y Solana, la mano infantil de este, segmentos decididamente especulativos) y un arbitraje demasiado localista, Huracán fue más visitante que nunca en San Juan y nunca pudo evitar un marco tan hostil a sus objetivos.

Tan cerca estuvimos, y al final tan lejos quedamos, que la derrota duele muchísimo y pone en tela de juicio un proceso que todos pensábamos se coronaría con un éxito. Ahora queda la promoción, con las suspensiones de algunos jugadores a cuestas y la frustración que provocó esta derrota todavía fresca. Pero el tiempo no para y ahora solo queda sobreponerse a los hechos e intentar aprovechar esta última posibilidad sea ante Chicago o Belgrano.

Es cierto, cuesta pensar en una victoria ante un equipo de Primera, pero muchísimo más cuesta imaginar a Huracán jugando otra temporada en la B Nacional. Lo únicoque pedimos es una final limpia desde los escritorios, y únicamente disputada por los jugadores, con la pelota como única arma y dentro de la cancha.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mira q casualidad. justo buscaba algo en google y encontre esta pagina. la verdad q es una verguenza lo q acabo de leer. primero por q san martin de san juan fue un gusto ganador del la segunda final y segundo con todo lo q le regalaron a huracan para q llegue a esta final. pero bueno el resultado ya esta y por mas q escrvas estas cosas san martin es de primera y nadie se lo quita. huracan: sigan participando jajaj y aguante san martin