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17 marzo 2008

Otra vez Boca se quedó sin una victoria que merecía

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El segundo empate consecutivo del equipo de Ischia le impidió subirse a la punta. A diferencia del 1 a 1 contra Independiente, Román Riquelme no fue tan influyente.

Algún problema se originó en estos días entre Boca y la victoria. Hace dos domingos que no conviven. A su manera, Boca se esfuerza tratando de seducirla, pero no hay caso. Ella no se deja reconquistar. Así, al final de cada partido, Boca mi ra el resultado y advierte con bronca que recibe mucho menos de lo que merece: empata cuando debió ganar. Le pasó con Independiente, con un hombre menos. Y se repitió con Huracán. El mismo epílogo con diversos matices. Ante Montenegro y compañía en la Bombonera, con un Riquelme inspirado y con un funcionamiento en general convincente. Esta vez en un campo de dimensiones menores, con flashes aislados de un estático Román, con dos ratos avasallantes de dominio y con situaciones de gol para todos los gustos.




Si Boca no concluyó el domingo como puntero absoluto fue por un póquer de motivos. El número uno, el principal, es que se cruzó con un arquero perfecto. Barovero se cansó de evitar goles y ofreció seguridad en todos los sentidos. Desvió al córner un remate de Ledesma desde afuera, ganó tres mano a mano (dos a Palacio y uno a Vargas) y voló a un ángulo para impedirle el objetivo otra vez a Rodrigo.

El manual de explicaciones de este 0-0 incluye una dosis de impericia de Boca para definir. Dos ocasiones perdió Palacio, una pateando por arriba y otra no llegando a empujar un centro bajo de Palermo. La restante no logró convertirla el súper goleador, el 9. Fue una dulce maniobra que empezó Palacio y continuó Riquelme. Suele Palermo terminar esas historias en la red rival, pero esta vez su zurdazo cruzado se fue pegadito a un palo.

Si se buscan más argumentos se puede agregar al azar, ese colado frecuente en este juego. ¿O acaso no tuvo suerte Huracán en el remate de Battaglia, de frente al arco, que chocó con el poste izquierdo de Barovero?

La cuarta razón encierra una paradoja: comparando las situaciones de riesgo real en los arcos, Boca ganó 9 a 1, pero igual no convenció. Y en ese ítem, el del funcionamiento, quien más influyó fue Riquelme. Se sabe el elevado porcentaje de incidencia que el 10 tiene en este Boca. Si él no resuelve saltar a escena, todo a Boca se le complica. Y ayer Riquelme se movió a lo Riquelme sólo entre los 20 y los 40 de la etapa inicial, en el mejor momento de Boca en La Paternal, vaya coincidencia... Ahí el 10 supo escapar de la marca en zona que Huracán le dispuso, surgieron los espacios y las situaciones.

Antes y después de esa porción, a Román se lo notó estático, sin movilidad, como si estuviera ahogado y cansado, fastidioso porque no existían tantos espacios como en otras canchas más grandes. Este domingo no se vio a Riquelme enojado positivamente como ante Independiente, cuando luchó pelotas divididas y hasta se tiró al piso. Es verdad: también en esos lapsos de ausencia de Román colaboró Huracán y en especial Barrientos, presionándolo, encerrándolo y anticipándolo. Justamente esa fue la prioridad de Huracán: primero pensó en anular a su rival. No está mal considerando los lejos que está de Boca en cuanto a riqueza de individualidades. Pero atacando el equipo de Claudio Ubeda fue demasiado limitado.

Fueron muy profundos los baches de Boca en su juego. O arrollaba o nada. Recién se despertó en el cuarto de hora final del partido. Ahí empujaron todos, con Riquelme sólo acompañando y con Palermo pivoteando y generando chances para otros. De todas maneras, en las buenas y en las malas, ayer Boca no se desarmó atrás. Esta vez, a diferencia de encuentros anteriores, Caranta sólo tuvo un apuro que resolvió con la eficacia que lo viene distinguiendo, ante Nieto y nada menos que en tiempo adicional.

Boca no lo mereció, pero perdió cuatro de los últimos seis puntos. Seguro que se reconciliará con la victoria. Sólo el tiempo dirá cuánto le cuesta este distanciamiento parcial con ella.


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