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11 diciembre 2007

LAS DOS CARAS DEL GLOBO

Tras doce años, Huracán volvió a triunfar en el estadio José Amalfitani: fue dos a uno y con un par de golazos de Franzoia. El equipo arrancó estático, pero creció conforme pasaban los minutos, y dio muestras de grandeza y orgullo sobreponiéndose a la combinación “expulsión de Barrientos más empate de Vélez”. Con estos tres puntos, el Globo cierra el torneo alcanzando la formidable suma de treinta, y en la sexta colocación, por encima de cuatro de los otros equipos grandes (Racing, Independiente, River, San Lorenzo). Sin embargo, y como ya se olía en la semana, Ardiles finalizó su vínculo con el club, poniendo de manifiesto la pésima relación que mantenía con el Presidente, Carlos Babington. Mezcla rara para el final del campeonato: de alegría, pero también de incertidumbre.

Fuente
Semanario Quemero






Sabe la gente de Huracán de partidos “bisagra” a la hora de visitar a Vélez en su estadio y hacia el final de un torneo: en la previa todos recordábamos aquella frustrante derrota del año 2001, que nos dejaba fuera de la copa Mercosur, y que, con la ventaja que da la mirada histórica, se convertiría en el primer eslabón de una de las peores crisis del club, cuya consecuencia más visible fueron los cuatro años en la segunda división.

Este triunfo, ahora en el final del 2007, deja sensaciones directamente opuestas, aunque también algunas similares: Huracán iba a Liniers a dar un salto de calidad, a pasar de una campaña más que aceptable a una campaña sobresaliente, y efectivamente lo consiguió. Pero como contrapartida, la renuncia de Ardiles (sumada a la Mohamed hace un par de meses) deja nuevamente mal parado al Globo ante la opinión pública, ya su Presidente ante los socios.

Pero antes de todas esas impresiones finales, se jugó un partido muy luchado, cuyo arranque mostraba a un Vélez mejor parado en la cancha, más concentrado, con intenciones de presionar al Globo en su campo y de aprovechar la movilidad de sus delanteros, siempre prestos a rotar en las espaldas de la defensa Quemera. Así las cosas, la primera fue para los de Liniers: por intermedio de un remate de Francou, retenido en dos tiempos por Barovero. El equipo de Larraqui no jugaba demasiado bien, pero le bastaba con un par de toques para aprovechar los errores iniciales de Huracán en materia defensiva, y así llevar peligro al arco de enfrente.

En cuanto al equipo de Ardiles, el planteo era mucho más estático, con mayor posesión pero también con menor profundidad, sobre todo en los pies de Barrientos y Sánchez Prette, cuyos traslados se volvían excesivos, impidiendo que el equipo aprovechara los errores que también cometía la defensa de Vélez, sobre todo a la hora de tomar la marca de Poggi, cuyas diagonales desacoplaban con facilidad a la defensa local. Pero, como decíamos, Huracán era demasiado previsible, siendo Vélez el que mejor aprovechaba un partido de ida y vuelta, sin posesión en el mediocampo por parte de ninguno de los dos equipos, y con ambas defensas dando varias ventajas.

Sin embargo, y ante esa imposibilidad de crecer por abajo, Huracán comenzó a emparejar las acciones, y lo hizo, obviamente, aprovechando el juego por arriba, llevando peligro a través de las pelotas paradas y los centros desde los costados. Con esos argumentos, y con Montoya, arquero de Vélez, excesivamente “pegado” al arco y muy nervioso a la hora de salir a cortar, el equipo empezó a sumar más y más chances: un tiro libre de Sánchez Prette, un cabezo de Puertas y otra arremetida de Barrientos que se fue cerca. Al Globo le faltaba efectividad, pero había logrado emparejar las acciones de cara al final de un PT que acabó bastante deslucido, con algún que otro remate peligroso desde afuera del área por el lado de Vélez, siempre bien controlados por Barovero, quien otra vez tuvo una gran labor bajo los tres palos.

Huracán había empezado a crecer y hacerse dueño del partido, pero le faltaba aumentar el volumen de juego por abajo, para aprovechar los errores de un Vélez que comenzaba a perder el dominio de las acciones. Sin embargo, el equipo de Liniers tuvo, otra vez, un mejor arranque, ahora ya en el complemento, sumando algunos remates más desde afuera del área, el más peligroso de ellos a través de Escudero. Vélez parecía decido a utilizar este recurso, en tanto que Huracán esperaba la necesaria aparición de Sánchez Prette y Franzoia para aportarle verticalidad al dominio del balón, en unos segundo cuarenta y cinco minutos donde ambos equipos parecían decididos a arriesgar bastante más, dejando varios espacios atrás.

En un partido tan irregular, tan luchado en cada pelota, era cuestión de ver quien golpeaba primero, que individualidad pesaba más a la hora de abrir el marcador, y por fortuna el hombre fue de Huracán, y fue Franzoia, quien ensayo una corrida magistral, aprovechando una contra iniciada por el volante cordobés, y ganando con pura velocidad el duelo personal ante Pellerano, para definir cruzado, entre las piernas de Montoya y poner el uno a cero para el Globo. Desde la tribuna visitante, el gol casi ni se grita: enseguida todos se funden en un solo grito “Ardiles no se va”.

“Después del primer gol empieza otro partido” suele decirse en el ámbito del fútbol, y así sucede siempre: pero en este caso las cosas sucedieron de un modo más que particular, puesto que aquel partido solo duraría dos minutos, en tanto a los veinte Barrientos se iría expulsado tras cometer una falta innecesaria, dejando a su equipo sin una pieza clave, y dando inicio a otra etapa del encuentro. Con Vélez decidido a quemar las naves y pasando a defender con tres hombres, Huracán comenzó a abroquelarse atrás, a hacerse fuerte en la figura de Cellay, y a tratar de aguantar el balón en el medio, por lo que Ardiles metió en cancha a Coyette, en lugar de un ya extenuado Sánchez Prette.

Sin embargo, el esquema hizo agua demasiado rápido, un par de minutos después, y sin que Vélez hubiera ejercido, aún, la presión que Huracán esperaba recibir. Los de Liniers tuvieron gran fortuna, y se encontraron con el empate después de una pelota parada mal defendida por Huracán y su “marca en zona”, que acabó en un remate potente de Pellerano con ineludible destino de gol, tras una pifia de Mendoza y una mala marca de Coyette.

A partir del gol del empate, cerca de los 30 minutos, Vélez fue en busca del segundo, pero cometió el error de arriesgar demasiado atrás, creyendo que Huracán ya no tenía fuerzas para jugar el partido. Grave error, Huracán se hizo fuerte en el aliento de su gente, y logró sobreponerse al momento más adverso del partido, otra vez por intermedio de Franzoia, quien se encargó de poner el dos a uno tras un excelente pase al vacío de Coyette. Como Milano en la B Nacional, Franzoia demostraba, una vez más, cuan importante es tener un jugador desequilibrante, capaz de generarse situaciones él solo, sin la necesidad de que el equipo entero lo acompañe.

Con el gol como un baldazo de agua fría, Vélez buscó el partido por arriba, pero se diluyó en las salidas de Barovero y en una actuación conmovedora de la defensa de Huracán, que hacia el final del partido incluía también el aporte de Nieto, y sus importantes cabezazos defensivos. Abroquelado perfectamente atrás, y resignado juego arriba, Huracán fue prolijo para cerrar el partido: para no fallar cuando los nervios siempre pueden jugar una mala pasada. Eso, así como el haberse sobrepuesto a la expulsión de Barrientos y el empate de Vélez, demuestran no solo la calidad técnica de este plantel, sino también cuan importante ha sido ese cambio de mentalidad, tan necesario para un club que, si bien pelea por la permanencia, sabe de logros importantes.

Esa mentalidad que no termina de cundir en todos los ámbitos del club y que hace que tantos puntos positivos destacados en este comentario se vean empañados por la ida de Ardiles, justo cuando empezaba a generarse una mística que, ojalá, pueda mantenerse. De cualquier modo habrá que ver cual es el camino a seguir por el Presidente de Huracán, y no solo en cuanto al “nombre”, sino a su relación con el socio e hincha, relación que, hoy por hoy y a pesar de tan exitosa campaña, parece quebrada.
Comentario: Julián Mónaco



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