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31 agosto 2007

Va para arriba

Un Turco muy tranquilo fumó su habano, tomó café y metió tres cambios ofensivos: al final, le salió redondo.


Fuente:

ARIEL CRISTOFALO

A los 24 minutos del segundo tiempo, Cabrera clavó el 2-2. Mohamed había estaba bastante tranquilo hasta ahí. Se la pasó tomando café que servía de un termo en un vaso de gaseosa, cuando no le daba intensas pitadas a su habano, que luego escondía en un costado. Pero cuando le empataron saltó del sector del banco y decidió meter mano en el equipo. En nueve minutos cambió tres jugadores e intensificó su esquema de ataque. Primero metió a Sánchez por Coyette: un punta por un enlace. Luego hizo ingresar a Barijho por Cellay: otro delantero por un defensor que esta vez era doble cinco. El cambio dejó solo a Barrientos bancándose la zona media. Y finalmente De Federico ingresó por Mendoza: un atacante por otro. El propio Turco lo explicó: "Había que ganarlo. A nosotros el empate no nos servía para nada. Por eso los cambios ofensivos: quedamos con tres delanteros, un enganche, y con Zarif y Poggi en cancha. El objetivo era ganarlo. Ellos prácticamente no nos llegaron y nos hicieron dos goles. Eso me dio mucha bronca...

Invicto yo

Otra vez en la mesa grande, el Globo paga la vuelta: es el único que aún no perdió. Heroico triunfo.

Tener al Turco Mohamed en el banco implica beneficios adicionales a los más evidentes. Hoy por hoy, no hay sustituto porque ningún otro tiene la banca incondicional de la gente. Esa gente que aplaude en una a Coyette y en otra lo insulta porque no vio un pase de gol; que ovaciona a Mendoza en el 1—1 cuando antes había reprobado un mal pase; que se ríe de las carencias técnicas de Nieto y después explota por el 2—2; sí, esa gente, no muestra vaivenes con el Turco. Ese colchón afectivo le permite al entrenador no tener miedo de meter tres puntas y de jugársela con un delantero por un volante defensivo. Arrinconar así al Bicho. Mandar un mensaje. Así ganó Huracán. Por el mensaje de afuera. De tanto ir y buscar. Quedó con nueve puntos, es el único invicto. Ahora visita a Boca. Tendrá de fondo en la Bombonera el rugido feliz y bravo de esa gente que gritó el gol de Alan Sánchez como si hubiera sido del Turco.

También sabe manejar los tiempos, Mohamed, como gran maestro de escena. Devolver a la cancha con la casaca del Globo a un ícono quemero como Barijho levantó a la gente. Si Huracán está donde está es por actitud. Por ahora no es un equipo. Tiene puntos individuales altos, pero también hace agua en ciertos sectores. Como un complemento. Si Ubeda está lento para cerrar, bueno, ahí aparece Puerta, siempre, un malevo que no falla en una, serio, recio, como salido de los años 30, como si hubiera compartido vestuario con bravos como Masantonio. Puede volar la pelota casi groseramente desde el fondo, pero allá estará Coyette para bajarla. O el pibe Poggi, al que todos le sacan una cabeza pero nadie le saca la pelota, jamás. Zarif puede no llevar mucho la bocha, tampoco aportar abajo. Pero está Barrientos, que juega por él y por varios más: lleva la pelota, luce la cinta, cabeza erguida, juega fenómeno. ¿Cómo llega el gol quemero, entonces? Con amor propio. Salvo el 2—2 del inquieto Cabrera, cada vez que le convirtieron en este torneo, Huracán respondió enseguida en la red de enfrente. Parece que necesitara que le tocaran el orgullo. Para sufrir primero, y después hacer la heroica. Para ganar, como ayer, en el último suspiro.

El Bicho hizo lo que pudo en una cancha que aún no está buena. Disfrutó de un gol sorpresivo, el empate le llegó por las ganas de Cabrera y, por qué no también, por la audacia de Caruso (puso a Delorte por Ortigoza). Pero tuvo que luchar contra la prepotencia anímica de Huracán. Hoy, así no se puede



SEBASTIAN ROLDAN

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