Huracán dominaba a San Martín pero no podía ganarle, hasta que el Turco metió a Claudio Guerra y la calma se apoderó del Globo: fue su tercer triunfo consecutivo.
Fuente:

PABLO PISANI
Al Turco lo corean porque lo aman, se sabe. Pero el tipo, sabe, por si no se sabe. Huracán hizo un desgaste tremendo para controlar la pelota durante todo el primer tiempo y no tuvo explosión, quizás el argumento que precisa para empezar a vestirse de candidato, además de un cachito de solidez en el fondo. No sería cierto decir que en el ST fue dinamita, aunque sí quedó a la vista que la mano del entrenador hizo que su equipo ganara. Mandó a la cancha a Guerra y sacó al inexpresivo Alfaro para empezar a dar vuelta el churrasco. Y el de apellido peligroso le cumplió en la primera clarita que le sirvió de cabeza Larrivey, asistidor además de goleador. Esa fue la bisagra que determinó que la calma anidara cerca del Globo, porque antes había sido todo actitud, buen toque, criterio colectivo y apertura permanente del campo, pero sin gol y con la preocupación ganando escena a medida que el tiempo pasaba y el empate no se movía por nada.
¿San Martín? Tímido, inseguro, notablemente inferior a lo que mostró hace unos días en su casa. Es muy común que equipos del Interior rindan menos en Buenos Aires y los propios técnicos lo relacionan con una cuestión de personalidad. Ayer, por ejemplo, Roldán juraba ante todos los Santos (y sí, venía al caso) que su idea de juego no fue aguantar el empate. Seguro, tuvo que aclararlo porque eso se vio casi siempre, salvo en los primeros minutos del ST, cuando Morales forzó a Leo Díaz. Después, fue línea de tres en el fondo con cinco volantes contenidos por su propia voluntad y por la fuerza del Globo. Y allá arriba, bien en el pico, dos puntas que muchas veces costó distinguir si no eran hologramas.
Mohamed está torneando al Quemero a su gusto: tres atrás, cuatro volantes que piensan para adelante y ¡tres delanteros!, casi insólito en el fútbol argentino. Hasta ahora sirve, por el correcto manejo grupal, por la actitud ganadora y porque sumó el tercer triunfo al hilo. Pero ojo porque el equipo deja muchos espacios para que lo ataquen y el fondo a veces queda descompensado, cuando Solana y Poggi se quedan colgados en ataque. San Martín no fue peligroso ni ante esas falencias, pero un rival con buen pie como Platense, que se viene, podría aprovecharlo.
Igual, el ánimo será clave para afrontar la brava ante el Calamar. Si quiere Guerra, el equipo pacífico pero luchador del Turquito se la puede dar. Y que haya paz con su racha triunfal.
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PABLO PISANI
Al Turco lo corean porque lo aman, se sabe. Pero el tipo, sabe, por si no se sabe. Huracán hizo un desgaste tremendo para controlar la pelota durante todo el primer tiempo y no tuvo explosión, quizás el argumento que precisa para empezar a vestirse de candidato, además de un cachito de solidez en el fondo. No sería cierto decir que en el ST fue dinamita, aunque sí quedó a la vista que la mano del entrenador hizo que su equipo ganara. Mandó a la cancha a Guerra y sacó al inexpresivo Alfaro para empezar a dar vuelta el churrasco. Y el de apellido peligroso le cumplió en la primera clarita que le sirvió de cabeza Larrivey, asistidor además de goleador. Esa fue la bisagra que determinó que la calma anidara cerca del Globo, porque antes había sido todo actitud, buen toque, criterio colectivo y apertura permanente del campo, pero sin gol y con la preocupación ganando escena a medida que el tiempo pasaba y el empate no se movía por nada.
¿San Martín? Tímido, inseguro, notablemente inferior a lo que mostró hace unos días en su casa. Es muy común que equipos del Interior rindan menos en Buenos Aires y los propios técnicos lo relacionan con una cuestión de personalidad. Ayer, por ejemplo, Roldán juraba ante todos los Santos (y sí, venía al caso) que su idea de juego no fue aguantar el empate. Seguro, tuvo que aclararlo porque eso se vio casi siempre, salvo en los primeros minutos del ST, cuando Morales forzó a Leo Díaz. Después, fue línea de tres en el fondo con cinco volantes contenidos por su propia voluntad y por la fuerza del Globo. Y allá arriba, bien en el pico, dos puntas que muchas veces costó distinguir si no eran hologramas.
Mohamed está torneando al Quemero a su gusto: tres atrás, cuatro volantes que piensan para adelante y ¡tres delanteros!, casi insólito en el fútbol argentino. Hasta ahora sirve, por el correcto manejo grupal, por la actitud ganadora y porque sumó el tercer triunfo al hilo. Pero ojo porque el equipo deja muchos espacios para que lo ataquen y el fondo a veces queda descompensado, cuando Solana y Poggi se quedan colgados en ataque. San Martín no fue peligroso ni ante esas falencias, pero un rival con buen pie como Platense, que se viene, podría aprovecharlo.
Igual, el ánimo será clave para afrontar la brava ante el Calamar. Si quiere Guerra, el equipo pacífico pero luchador del Turquito se la puede dar. Y que haya paz con su racha triunfal.
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