Hinchadas de Primera

Huracán y Tigre confirmaron la fidelidad de su gente, también ahora en la A.

Fuente:

Waldemar Iglesias

Ahora, bajo el cielo inestable de Parque de los Patricios, hay una fiesta. En el campo de juego, Huracán y Tigre juegan por puntos de oro en esa lucha sin cuartel de los recién ascendidos. En el contorno, más de 25.000 personas justifican que Primera les sienta bien. Ellos, todos ellos, son el testimonio de que merecen la A. Hace 27 años que no se enfrentan en la máxima categoría, desde aquel 5-1 de Huracán en la segunda ronda del Metropolitano de 1980. Es cierto, jugaron en el Ascenso, pero esto es otra cuestión, es una cita con la historia: Tigre no gana acá, en el Ducó, en Primera, desde aquel lejano 1954, en el que para el club de Victoria actuaban cracks inobjetables tales como Miguel Rugilo, Héctor Bourgoing y Ernesto Tito Cucchiaroni.

En la popular local, esa que lleva el nombre de un prócer popular y quemero como Oscar Natalio Bonavena, cerca de 18.000 hinchas reciben al equipo como si en esta tarde de la tercera fecha del Apertura se estuviera jugando la última chance por obtener su sexto título de liga en la historia: tras la gloria de la década del 20 (1921, 1922, 1925 y 1928) y de la magia de 1973. Para ellos se trata de una final, como aquel desencanto sin explicaciones posibles frente a San Martín de San Juan o como aquel desahogo precioso frente a Godoy Cruz, en la Promoción.

Del otro lado, en la visitante, Tigre demuestra lo mismo que en sus anteriores dos presentaciones: su gente es de la A. En La Plata, en el José Amalfitani y ahora en el Tomás Ducó agotaron los espacios disponibles. Hay banderas de su zona de influencia: de Béccar, de Carupá, de Virreyes, de Pacheco, de Victoria, de Tigre, de Maquinista Savio, de Rincón, de Benavidez, de El Talar, de San Fernando...