De Primera

Huracán goleó 3-0 a San Martín, con una actuación brillante que lo hace soñar con la A. Ahora va por Chaca en la final del Reducido.

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A ese pueblo de Huracán, que últimamente fue muy sufrido, una tarde le regalaron un manjar de fútbol. Brillo, exhibición, toqueteo, bailongo del mejor. Autoridad, carácter, alma. Todo en 90 minutos, con atributos encadenados para imprimirle un mayor impulso al sueño del ascenso. Así, Huracán puede pensar seriamente en lograrlo. Desde una goleada soberbia y, sobre todo, un paladar negro que históricamente lo identificó.

Hacía mucho que el Globo no volaba tan alto. Atrás, en el medio, arriba. Por derecha, izquierda o el centro. De alto y de abajo. En actitud, en convicción. En cada aspecto, pese a las ausencias de Milano y Marini —dos hombres clave en el equipo de Mohamed—, Huracán atropelló a un adversario muy distinto del que ganó 3 a 2 en San Juan. Este resultó tan conservador que no reaccionó en ofensiva ni cuando iba perdiendo.

Obligado a ganar sí o sí, el Globo se plantó en campo rival y sus intérpretes no desafinaron. Algunos, como Poggi, fueron un violín. Ese volante que arrancó la temporada sin ser titular es un atorrante que todo equipo necesita para romper estructuras. Gambeta, amague, encares, centros. La pidió aún ante el riesgo de que le pegaran cuando los visitantes perdían y él seguía tirando firuletes.

Estuvo Coyette, que además de hacer el 2-0 (había metido los dos en San Juan), desparramó claridad. Cumplió Ciavarelli en ese ida y vuelta constante como lateral volante. Gravitó Larrivey, que siempre inquietó pese a perderse un par de goles. Y se vio la mano de Mohamed en esa jugada preparada de tiro libre: Grimi se la tocó a Poggi en profundidad (cuando todos esperaban el centro) y éste mandó el centro que empujó Coyette.

Estas resultaron las mejores cartas de un equipo fuerte. Hizo tres, pero mereció más. Ahora va por Chaca. Y por el ascenso.